Un día buscando en las paradas del viejo mercado de Sant Antoni, descubrí un libro que había leído muchos años atrás, cuando finalizaba la adolescencia. Se trataba de una antigua biografía de Montgomery Clift, un actor de la época dorada del cine que el paso del tiempo acaso haya ido desdibujando de nuestra memoria.
Siempre he intentado evitar la mitomanía y sin embargo recuerdo la tristeza que entonces me provocó su lectura. Patricia Bosworth, su autora, había conocido a Clift a través de su padre, que ejercía de abogado del actor. Quizás por ello, su libro no buscaba el libelo, ni la morbosidad, sino que nos acercaba a la persona antes que a la estrella. A través de sus páginas, comprendes al ser humano y su profundo desarraigo, aceptas sus errores en su ascenso a la fama y su caída posterior. Rememorando una de sus películas más famosas, siempre buscó su luz en el lugar equivocado del sol.
Todo el mundo conoce a Brando o a Dean pero en realidad fue Clift quien unos años antes había encarnado por primera vez ese otro tipo de galán, contenido y vulnerable, construyendo su personaje sobre los silencios y las miradas. Aquella era una actuación en las antípodas de lo que se había visto hasta el momento en pantalla y que de alguna manera marcó la senda al resto de actores de su generación. Quizás anticipándose a su tiempo, Clift también insistió en no atarse a un contrato largo, como era costumbre en la industria del celuloide, eligiendo así sus papeles. También evitó fingir un matrimonio de conveniencia, en una época en la que la homosexualidad era todavía un delito. El precio que aceptó pagar por ello fue alto: su desarraigo, su alcoholismo, el accidente de coche que le desfiguró el rostro y la profunda mentira de la fama.
Me pregunto porqué la sociedad construye mitos. A lo largo de estos años hemos visto nacer y caer a muchos ídolos. Mientras paseo por aquel mercado de libros de viejo, suelo descubrir revistas antiguas o carteles amarilleando, y en ellos rostros sonriendo a la cámara y que hoy apenas nadie recuerda. El ser humano suele buscar figuras con las que identificarse, que encarnen lo que querría haber sido. Sin embargo, olvidamos que detrás de cada estrella se esconde sólo una persona, con sus virtudes y sus defectos, magnificados por la despiadada lupa de la popularidad.
Después de un rato de duda, dejé el libro sobre el aparador donde lo había encontrado y seguí hojeando otros volúmenes. Una biografía, como un pintura, podrá aproximarse pero nunca dar todas las respuestas que buscamos. El espíritu humano es demasiado complejo para ser abarcado en su totalidad. A contraluz, a pesar de nuestro esfuerzo, los nuestros serán siempre unos retratos inacabados.
Enlace en alta resolución: www.flickr.com/photos/santasusagna/36769088831
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