Existía un lugar y un momento donde la magia fue posible, un reino cuyas coordenadas no encontraríamos en los mapas. Ese era un sitio especial, donde la fantasía era ley y sus bosques encantados se hallaban habitados por hadas y duendes, por príncipes y princesas. Aquel era el feudo de la imaginación en el que un día vivimos, y que sólo abandonamos al crecer, sin darnos cuenta que, al traspasar sus lindes, el hechizo se apagaba sin remedio. Aunque lo deseáramos con todo nuestro empeño, nunca podríamos regresar.
Dentro de poco llegarán los aniversarios de mis sobrinos. Veo cómo ganan fuerza y estatura cada día, el reflejo del paso de un tiempo que no se detiene, apremiándome a disfrutar de unos años que no se volverán a repetir. Quisiera ser para ambos una pequeña guía y regalarles unos principios, unos valores que les ayuden en el mañana cuando yo no esté, pero también el recuerdo de un ayer que puedan recordar con una franca sonrisa. Y aunque sepa que es una partida perdida de antemano, querría advertirles de que no se hicieran mayores, que crecer es una trampa. Acaso sólo exista un truco y no es otro que conservar el niño que fuimos dentro. Ojalá atesoren esa mirada que chispea curiosa ante lo insólito, pasen los años que pasen.
Hayao Miyazaki, el mago de la animación, describió ese tránsito con una extraordinaria sensibilidad en “Mi vecino Totoro”. En la película sólo Mei, la más pequeña de la casa, es capaz de ver los duendes del bosque en un principio, porque aún conserva esa luz irrepetible de la infancia. Pero en la película también se deja abierta la puerta a lo que inexorablemente debe llegar. En la escena final, Totoro observa a Mei y Satsuki alejándose, quizás como una metáfora de aquello que al crecer siempre dejamos atrás: el mundo de la fantasía.
Me gustaría pensar que, durante nuestra ausencia, el reino permanece en silencio, tal y cual lo dejamos, aguardando que sus verdaderos reyes regresen al trono, para reverdecer una magia que duerme. Quizás hemos estado toda la vida esperando ese momento.
Cerremos los ojos. Soñemos de nuevo, mientras empezamos a volver sobre nuestros pasos.
Enlace en alta resolución: www.flickr.com/photos/santasusagna/28691620098
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