“Saliendo en la foto” es un relato breve y circular, sobre la ida y el regreso, sobre el propio concepto del éxito y del fracaso, que data aproximadamente de 2006. Su historia captura un episodio concreto, un soplo de la vida de dos personas. Uno es un chico que se gana la vida como puede, mientras intenta abrirse paso pintando en la calle. El otro es un artista famoso y enfermo, que sabe que se encuentra ya en el punto de llegada, alguien que ha visto el reflejo truncado del triunfo. “Saliendo en la foto” también intenta trazar un apunte sobre lo que consideramos valioso, aquello que los museos y galerías reciben con las puertas abiertas, y aquellas obras que, hasta la irrupción de gente como Banksy o Morley, menospreciábamos al verlas abandonadas en nuestras calles.

De la juventud se habrá dicho muchas cosas pero, si hay una cierta, es que son capaces de cambiarlo todo. Por la limpieza de sus ideales, por su capacidad de entrega suyo será el futuro y ¿por qué no? ya este mismo presente. Quienes no vemos ya más que lo tangible, no somos capaces de soñar con otros escenarios. ¿Quién nos convenció de que el mundo no podía cambiarse? Nunca sabremos si fue el propio paso del tiempo quién nos puso ese traje gris. Sin embargo, Lloyd Alexander, el escritor americano, apuntaba quizás en la dirección contraria cuando señaló que “la fantasía difícilmente es una huida de la realidad. Es una manera de comprenderla”.

Por eso, como defiende uno de los protagonistas, yo quiero cerrar los ojos y despertar de esa realidad, de una vida que pesa, que con una mano nos alimenta pero con la otra nos quita el aire para respirar. Seguir soñando al fin y al cabo, porque allí, en el mar inquieto de nuestros deseos, despojados de la esclavitud de las convenciones, nos encontramos de nuevo con el espíritu de quienes una vez quisimos ser.  

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