Himno a la utopía

Acrílico sobre lienzo, 100x81 cm, 2023

Hay algo hermoso y único en el corazón de los jóvenes que late al son de las utopías, una luz que anhela cambiarlo todo, sin miedo a romper con la herencia del pasado. Quizás luchen contra molinos de viento pero, a menudo, el fruto de los sueños que alguien persiguió en el pasado es la realidad que hoy damos por descontada.

 

De un tiempo para aquí vivimos en una encrucijada en la que la vieja concepción del mundo va desapareciendo pero, sumidos aún en la niebla de la incertidumbre, todavía no alcanzamos a vislumbrar como cristalizará la siguiente etapa. A las oleadas de crisis económicas se suceden las noticias sobre el medio ambiente o la creciente desigualdad y todo ello nos conduce a pensar que aquel engranaje del progreso continuo en el que creíamos se ha detenido.

 

Hace poco hablaba con un amigo al respecto de ese sentimiento de urgencia, ese pálpito de que algo que no acaba de ir bien y me apuntaba que para mucha gente joven, a diferencia de generaciones anteriores como la mía, el esfuerzo, el ahorro, los estudios y el empleo ya no les garantiza un proyecto de vida. La juventud ha perdido en buena medida esa esperanza. No confían en poder alcanzar lo que nosotros tuvimos la oportunidad de lograr porque el mundo ya es otro.

 

En épocas de transición aumenta la conflictividad pero a menudo nuestra mirada miope se queda en la superficie de los titulares que adornan la prensa. Cuando las cámaras fijan su foco en las pancartas o las ocupaciones de la vía pública, en los contenedores volcados o los escaparates rotos, en realidad me pregunto si los culpables de esa ira son quienes alzan su voz abandonados por el sistema o, al contrario, si son quienes desde sus despachos, con sus cuellos almidonados y corbatas de seda cara, influyen y presionan cada día a favor de que las circunstancias sean en verdad así.  

 

Me pregunto si no hiere más esa otra amenaza sutil pero constante que desde la cúpula de los bancos que rescatamos, las corporaciones energéticas que se privatizaron o la corrupción de la política no ponen coto a los alquileres abusivos o a los beneficios empresariales escandalosos; o se proclama, una y otra vez, que se debe recortar la sanidad y la educación públicas y que no habrá pensiones en el futuro, mientras bajan los impuestos a quienes más ganan. En definitiva, me pregunto quién al final está rompiendo la baraja.

 

Abramos todas las ventanas y dejemos que suene esa nueva música. Tal y como proclamaba ese viejo himno a la utopía: están hablando de una revolución y suena como un susurro. 
 

Enlace en alta resolución: www.flickr.com/photos/santasusagna/52764988539

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