"Vuelve con frecuencia y tómame,
amada sensación, vuelve y tómame–
cuando la memoria del cuerpo se despierta,
y el viejo deseo corre otra vez por la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan,
y las manos sienten como si tocasen otra vez.
Vuelve con frecuencia y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan."
Para quienes conservan la fe, el alma respira con la oración pero, para alguien que ya no espera a ningún dios, la poesía se convierte en un buen lugar donde encontrar refugio.
Konstandinos Kavafis escribió este poema sobre el amor y el deseo hace muchos años pero las emociones que describe nos resuenan hoy con la misma viveza que la primera vez que fueron dichas.
El amor es la sangre que discurre por las venas de los poetas, el impulso que despierta sus sueños. La pasión es la tinta que, vertida sobre el papel, sacia su necesidad. Se colma línea a línea a través de sus versos.
Me pregunto porque nos mueve el aliento del deseo. Quizás somos concebidos alrededor de un vacío atávico y nuestra existencia persigue una plenitud que de alguna manera evoca. El afecto da forma a la persona en la relación a los demás, en la misma medida que el egoísmo o el odio la destruye. Aunque podamos debatir sobre su naturaleza, sobre las diferentes expresiones que es capaz de adoptar, nadie escapa a esa vieja premisa que nos dice que todos necesitamos amar y ser amados.
Enlace en alta resolución: www.flickr.com/photos/santasusagna/29720891355
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