Juntos hemos sido capaces de vencer tantos demonios que la duda no es sino porqué siempre nos rendimos sin aprender la lección. Quizás esté en nuestra propia naturaleza el egoísmo, pero la guerra, la pobreza, la enfermedad, como también el cambio climático, la intolerancia, la falta de libertad, son leviatanes contra los que no podemos enfrentarnos atendiendo en exclusiva a nuestros propios intereses, sino tendiendo la mano, superando las diferencias y remando en una misma dirección.
Lejos de la grandilocuencia que a menudo habita en la pintura y otras disciplinas creativas, me emociona más el simbolismo de las pequeñas escenas, aquello que sucede ante nuestra mirada de una manera tan modesta, tan discreta, que apenas les prestamos atención.
Años atrás descubrí la obra de Michael Ancher, un enorme pintor danés a caballo entre el siglo XIX y XX, cuya obra se adscribe a la denominada Escuela de Skagen. En aquella época, Skagen era un remoto enclave pesquero, no demasiado bien comunicado con el resto del reino, pero que, por azares del destino, se había convertido en refugio bohemio de artistas que se habían acercado al lugar atrapados por la fama de su costa y la cruda belleza de sus paisajes.
Ancher, el autor más popular de todos ellos, sin embargo dedicó sus lienzos a dar testimonio de escenas íntimas cuyos protagonistas no eran sino los moradores de aquel pueblo y de los que se erigió en un observador privilegiado. Una de sus pinturas era “Arrastrando una barca al mar” (1881) en la que, como su mismo título describe, Ancher captó el momento en el que un grupo de marinos intentan desencallar su esquife de la arena, frente al resto de la comunidad que mantiene el aliento apoyándolos.
La humildad de la escena sin embargo no ocultaba que el sustento de sus familias dependía que aquellos hombres pudieran regresar al mar y llenar sus redes de pesca. Aquí no hay héroes cuyo nombre debamos recordar, ni pomposas gestas de armas o intervenciones divinas, sino el valor de la comunión, del sacrificio por un bien que está por encima de cada uno de ellos y al que se entregan.
No sabría decir en qué grado todo lo sucedido estos últimos años, los sacrificios que todos hicimos me condujeron a pensar en esa obra una y otra vez. En ese sentido me gustaría que “¡Todos a una! ¡Estamos en esto juntos!” fuera un pequeño homenaje a esos valores tan humanos como universales que impregnaron siempre la visión de Ancher.
Enlace en alta resolución: www.flickr.com/photos/santasusagna/51882050679
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