Me gusta observar el paso de la vida desde el mirador de un tren, dejando que la velocidad trace pinceladas sueltas en el cristal de sus ventanas. Apenas la vista es capaz de reconocer la solitaria silueta de un edificio contra el llano, unos viejos carteles deslucidos por la intemperie, o la sinuosa estela de una carretera lejana, que éstos se desvanecen en una sombra escurridiza, como tímidos fantasmas ante una presencia que les perturba.
Dicen que una línea es una sucesión de puntos y quizás la vida se pueda entender también como una hilera de momentos aislados, efímeros, llenos de significado para nosotros, eslabones de una cadena que une nuestro pasado con el presente. Pero a menudo, sin embargo, nuestra propia biografía se caracteriza por sus contornos borrosos como si, al fraguar nuestro azar, la mano de un dios anónimo hubiera vacilado de repente, consciente de la trascendencia de su tarea.
A su manera, los trenes nos regalan también una poderosa imagen metafórica. A veces tememos preguntarnos las ocasiones que dejamos pasar por miedo al fracaso, o por no quebrar las reglas de conducta. A menudo queremos agradar, anteponiendo la opinión ajena sobre la propia, y deseamos mantenernos en la comodidad de la guarida, para no percibir la estrechez de una celda que en el fondo nos oprime. Olvidamos que el tiempo es sólo un puñado de arena deslizándose entre unas manos, las nuestras, cada vez más vacías.
Los pájaros nacidos en una jaula creen que volar es una enfermedad, dijo una vez Alejandro Jodorovsky. De ser así, bendita sea esa locura que tacha las directrices impuestas, benditos sean los necios que no se pliegan a la dictadura de la resignación. Somos demasiado mayores para ignorar que no existen certezas eternas, ni fórmulas infalibles. Hemos descubierto con los años que podemos elegir a nuestros compañeros de camino o emprender la travesía orgullosamente solos. Pero sólo tenemos una oportunidad, una única y maravillosa vida, durante la cual aprender de los errores para enmendarse. Tengo aún fe que mientras exista el aquí y el ahora no es demasiado tarde, que, si vuelve a detenerse el tren ante nosotros, aceptaremos la promesa de viaje que nos ofrece.
Enlace en alta resolución: www.flickr.com/photos/santasusagna/34558646202
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